¿La Virgen María mereció nuestra salvación?

Fuente: FSSPX Actualidad

Políptico de Stauffenberg: Deposición de la Cruz (detalle)

Para merecer ante Dios, debemos poseer la gracia divina; además, debemos ser capaces de realizar actos libres y, finalmente, debemos estar todavía en la tierra, en el camino, in via como dice la teología. Aquí abajo, Nuestra Señora poseía estas tres condiciones: por lo tanto, tenía la capacidad de merecer. La Virgen merecía para sí misma, como los demás justos. La pregunta que se hace aquí es: ¿merecía ella para los demás?

El Papa San Pío X escribe en la encíclica Ad diem illum: “Dado que María es superior a todos en santidad y en unión con Jesucristo, y ha sido asociada por Jesucristo en la obra de la redención, ella merece para nosotros de congruo - a conveniencia - en el lenguaje de los teólogos, lo que Jesucristo nos merece de condigno - en justicia - y es la ministra suprema de la distribución de gracias.

Por tanto, San Pío X afirma:

– La existencia del mérito y su naturaleza – de conveniencia.

– Los dos fundamentos de este mérito: la santidad personal de Nuestra Señora; y la asociación de la Santísima Virgen a su divino Hijo en la obra de nuestra salvación.

– La extensión de este mérito: el mérito de conveniencia de la Madre de Dios tiene la misma extensión que el mérito en justicia del Salvador.

La teología nos permite esclarecer esta hermosa enseñanza

Dado que la Virgen tenía la capacidad de merecer, tenía derecho a la recompensa prometida. Su mérito se mide por la grandeza de su caridad, que no tiene igual ni superior, con excepción de la de Cristo. ¿Cuál es su alcance?

Es necesario asignar ciertos límites a este mérito, porque lo que está en el principio del mérito no se merece.

* En el principio del mérito universal de los hombres: la Encarnación o maternidad divina. Cristo mismo no mereció ninguno de los dos.

* En el principio del mérito personal de la Virgen: su Inmaculada Concepción, su primera gracia, su perseverancia final...

Pero no es necesario limitar el mérito de María a las gracias concedidas después de la Pasión. La salvación de los justos del Antiguo Testamento fue concedida en vista de los méritos de Jesucristo y María.

¿Cuáles son las acciones de la Virgen que merecieron la salvación? En el caso de Jesucristo, todas sus acciones fueron meritorias, pero ciertas recompensas están unidas a acciones que se asemejan a ellas. Por ejemplo, la Pasión de Jesús merece la salvación porque Dios quiso conceder la salvación en respuesta a este acto.

Lo mismo ocurre con la compasión de María: Dios considera la caridad de la Madre de Dios manifestada en su compasión y, en respuesta, concede la salvación de las almas como un mérito de conveniencia.

La comparación de los méritos de María con los de Cristo y los de los santos permite aclarar más la cuestión

1) Mérito de María y mérito de Cristo

Por su naturaleza, el mérito de Jesucristo está en estricta justicia ligado a la misión del Hijo. El mérito de la Virgen es de conveniencia: depende de la caridad derramada por Dios en el alma de la Virgen.

En su principio, el mérito de Jesús tiene como fundamento: la gracia capital que le permite comunicar su mérito a sus miembros; así como la gracia de la unión hipostática que le da un valor infinito. El mérito de María tiene como fundamento la plenitud de la gracia y la maternidad divina.

2) Mérito de María y de los otros justos

En su extensión, el mérito de María es universal porque todos reciben su fruto. Esto se deriva de la maternidad divina de Nuestra Señora, que le da una especial solicitud sobre todos los que serán miembros de Cristo. El consentimiento dado en la Anunciación comprendía toda esta obra. El mérito de un justo es particular: no todos los hombres reciben el fruto del mérito de un justo.

Según la aplicación de los frutos del mérito, la Virgen merece no solo gracias para ser aplicadas a los hombres, sino también gracias para ser adquiridas por los hombres – en su compasión. Pero el justo solo merece gracias para ser aplicadas a los hombres.

Así, las luminosas palabras de San Pío X nos revelan la amplitud de la compasión y corredención de María, que mereció la salvación para nosotros, con Cristo y por Él.