¿La Madre de Dios permaneció virgen al concebir a Cristo?

Fuente: FSSPX Actualidad

La tradición distingue en Nuestra Señora la virginidad antes del nacimiento, durante el nacimiento y después del nacimiento de Cristo (ante partum, in partu y post partum). La cuestión presente se relaciona con el primer aspecto: ¿Concibió la Virgen al Verbo encarnado de manera virginal?

Recordemos que la continencia significa abstenerse de los actos carnales a pesar de la tentación. La castidad es la virtud que modera los apetitos de la carne según la razón. La castidad perfecta consiste en la abstinencia total. La virginidad es la virtud que consiste en la castidad perfecta, mantenida siempre. La palabra también designa la integridad corporal.

La virginidad ante partum (y post partum) tiene dos aspectos: uno corporal, la preservación de la integridad de la carne, que la mujer pierde definitivamente por el acto marital (sello virginal); y el otro espiritual: la firme intención de no hacer uso del matrimonio por el honor de Dios. La virginidad in partu designa el milagro de un nacimiento conservando intacto el sello virginal.

La virginidad ante partum, que se examina aquí, abarca dos cosas: Nuestra Señora gozó de esta incorrupción hasta la concepción de Jesús, y la concepción la dejó incorrupta.

La Sagrada Escritura afirma la virginidad de la Madre de Dios. En Isaías: “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí que la Virgen concebirá, y dará a luz un hijo” Is 7, 14. Y también: “El nacimiento de Jesucristo fue así: estando desposada María, su madre, con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo” Mt 1, 18.

“María dijo al ángel: ‘¿Cómo será esto, si no conozco varón?’ El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el ser santo que nacerá (de ti) será llamado Hijo de Dios”, Lc 1, 34-35. La Santísima Virgen, por tanto, no conoció al hombre por su matrimonio y concibió a Nuestro Señor de manera virginal.

El Concilio de Letrán del año 649 dice explícitamente: “Si alguno no confiesa, en sentido propio y verdadero, según los santos Padres, que la santa Madre de Dios y siempre Virgen e Inmaculada María concibió del Espíritu Santo al Verbo mismo, sin semilla de hombre, y le dio a luz sin corrupción, permaneciendo inalterable su virginidad también después del parto, sea anatema”, DzS 503.

Es un hecho de fe definido que la Madre de Dios es virgen ante partum: la concepción de Cristo es virginal.

La teología muestra la idoneidad de esta definición de Iglesia

Santo Tomás proporciona varios argumentos a favor de esta idoneidad (III, 28, 1):

– Primero, para reservar a Dios Padre la paternidad de Cristo: por eso convenía que no tuviera un padre según la carne.

– El sujeto de esta concepción es el Verbo, engendrado desde toda la eternidad mediante el más puro acto de conocimiento de Dios Padre; por tanto, convenía que Su generación según la naturaleza humana imitara la pureza de Su generación eterna. Este argumento también es válido para la virginidad in partu.

– El pecado original se transmite por la concepción y, por tanto, fundamentalmente, por el acto que permite engendrar un hijo. Pero no era apropiado que el libertador del pecado fuera concebido por el camino que permite la transmisión del pecado original.

– Convenía que Aquel que venía a dar el nacimiento espiritual por virtud divina (por la gracia de Dios), naciera sin relación carnal por virtud divina.

– El principio inmediato de la concepción humana natural es la voluntad del hombre. Ahora bien, la Encarnación trasciende todos los principios humanos. La concepción virginal manifiesta más claramente que se trata de una obra divina excepcional.

En este sentido, la virginidad de la Madre de Dios es una imagen magnífica de la santidad de Dios.