La Madre de Dios compartió los sufrimientos de la Pasión de Cristo

Fuente: FSSPX Actualidad

Después de haber considerado la gracia de la maternidad divina en relación con Dios y con Cristo, que nos mostró la grandeza de la Madre de Dios; extendiéndose luego esta misma gracia en la Santísima Virgen a través de su Inmaculada Concepción, colmándola de la plenitud de la que estaba llena, manifestándose a través de su perpetua virginidad, y floreciendo finalmente en su Asunción. Lo siguiente a considerar será esta gracia en relación con nosotros.

Santo Tomás comenta que la semejanza es la causa del amor. Cuando los seres se parecen entre sí, se establece una benevolencia mutua, de modo que cada uno considera lo que le sucede al otro como si le sucediera a sí mismo. De ahí los términos “simpatía” y “compasión”.

Esta compasión se mide según distintos criterios

– Según la unión que es el fundamento de la compasión: no se puede estar más unido a Jesucristo que María. Por eso hay que decir que la compasión de Nuestra Señora es más dolorosa que misericordiosa, dado que la misericordia mira la miseria de los demás, mientras que el dolor comprende el mal hecho a uno mismo. Esto se puede ver en tres órdenes.

* En el orden natural porque ella es su Madre. Y ella sola le dio su humanidad, lo que hace que ambos tengan un parecido físico único.

* En el orden sobrenatural, porque María tiene una abundancia de gracia y de caridad mayor que cualquier otro santo.

* Finalmente, en el orden de la unión hipostática, porque ella es la Madre de Dios.

– Según la gravedad del mal sufrido:

* El mal principal, es decir, el sufrimiento de Jesús.

* Las causas, es decir, los pecados de los hombres, la ceguera de los judíos, el escándalo de los discípulos y la pérdida de las almas.

– Según las disposiciones del que se compadece:

* Esto depende de la perfección del conocimiento del mal soportado: la Virgen tenía un claro conocimiento de este mal; ella poseía una sensibilidad perfecta en la que se reflejaba el dolor espiritual, y que era inundada por la visión de los sufrimientos físicos de Jesús.

* Depende también de la perfección de la caridad, del amor de Dios y especialmente de su Hijo, herido por el pecado y por la injusticia infligida a Jesús.

* Finalmente, por la ausencia de alivio: ningún consuelo disminuyó su dolor.

La Madre de Dios, por tanto, se asoció a la Pasión de Jesús, y su dolor fue el mayor después del de Jesús mismo.

Razones de conveniencia

La Madre de Dios fue dotada de eminentes privilegios en vista de los méritos de Jesucristo. Ahora bien, la economía de la Redención quiere que nos configuremos a la Pasión de Cristo para beneficiarnos de sus efectos. El dolor de María es proporcional a su participación en los frutos de la Redención. Sin embargo, este no es un sufrimiento ocasionado por una pena -es decir, no es un castigo- ya que la Virgen no tiene pecado.

María debía padecer también los sufrimientos que faltaban al Salvador, según las palabras de San Pablo: algunos sufrimientos eran incompatibles con los privilegios de Jesús, como la angustia de la completa incertidumbre en cuanto a la secuencia de los acontecimientos. Y la compasión misma, es decir, la resonancia del sufrimiento de una persona en otra, no podía ser obra de Jesús solo. Se necesitaba a la Santísima Virgen para estos dolores.

Es este inmenso dolor el que le valió a la Madre de Dios el título de Reina de los Mártires.