La alegría de la Pascua, la esperanza del cristiano y la fe en la Resurrección

Fuente: FSSPX Actualidad

Alegrémonos por la Resurrección de Nuestro Señor, pues es un triunfo del bien sobre el mal, un triunfo de Dios sobre el demonio, sobre los espíritus malvados, un triunfo de la virtud sobre el vicio, es el triunfo eterno de la vida contra la muerte.

Creaturas del Señor, creaturas de Dios, no podemos más que regocijarnos al pensar que, a partir de ahora, el cielo ha sido abierto de nuevo, que ese Dios que era desconocido para nosotros, ese Dios que estaba tan lejos, se nos vuelve a acercar, y que el camino está abierto para regresar a ese Dios por el que fuimos creados desde toda la eternidad.

Fuimos creados por Dios, para vivir en Él, para disfrutar con Él toda la eternidad. El cielo estaba cerrado y el camino hacia Dios obstruido. No podíamos avanzar. Ni siquiera los santos del Antiguo Testamento podían ir a Dios. Estaban esperando en el limbo, donde Nuestro Señor fue a visitarlos después de su muerte para llenarlos con la esperanza de que, en algunos días más, podrían acceder finalmente a la bienaventuranza eterna.

Pues bien, este camino que el Buen Dios nos abrió, ¡tenemos que ganarlo! Sí, Nuestro Señor ha regresado a su eternidad; sí, recibió su gloria definitiva; sí, los santos del Antiguo Testamento que lo acompañaron están ahora en la gloria y gozan de la visión beatífica, de la visión bendita del Buen Dios; y sí, están en la Casa del Padre, pero nosotros aún no hemos llegado.

Por lo tanto, al mismo tiempo que debemos alegrarnos porque marchamos hacia la meta que nos espera, que queremos y deseamos obtener, para la cual fuimos creados - el objetivo de nuestro peregrinaje aquí abajo - debemos estar también llenos de esperanza. La virtud de la esperanza es la gran virtud del cristiano. Tenemos ahora esta esperanza en nuestros corazones, esta fe profunda en la Resurrección de Nuestro Señor y su triunfo sobre el mal.

Monseñor Marcel Lefebvre, 11 de abril 1971